Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Nuestra Tambora es un canto vivencial, donde nuestros Juglares narran su propia cotidianidad, las vivencias de su mundo mágico, como una especie de sedante para disipar la dura vida de pescador o sembrador de hombre de río. El canto es muchas veces un lamento de épocas pasadas, o la queja de algo que se fue y nunca volverá:
«Hace tiempo era yo
Yerbabuena de mi casa
ahora como no soy
he caído en desgracia»
En otras, se narran costumbres, vicios de la comunidad, los cuales son aceptados o rechazados con la misma sencillez, sana de su vida elemental:
«Mañana me voy de aquí
como todos lo verán
y en vortiando mis espaldas
sabe Dios lo que dirán”.
Es común la utilización de un lenguaje metafórico para expresar sentimientos y situaciones:
«Mi Madre es una cometa
mi Padre un rayo cruel,
hijo de cometa y rayo
que bueno puedo yo ser».
Otras veces el cantante reta al oyente o a su adversario, para que entable una competencia, para mostrar sus habilidades en los más disímiles quehaceres:
«Como contador que eres
te llamo a la tabla de cuentas,
seis por cuatro veinticuatro
cinco por ocho cuarenta».
Es normal en la Tambora que el cantador aconseje, rete o critique en sus versos:
«Cuando venga mi sombrero
le voy a pegá un regaño
para que comprenda y vea
que er sereno le hace daño».
Como es natural el cantador de Tamboras también le canta al Amor:
«Mi vida si tú me quieres
no me des penas malditas
que la mancha del Amor
con otro nuevo se quita».
Otras veces utiliza un juego de palabras para sacar versos preñados de picardía:
«Un hombre me echó un carajo
un carajo contesté
carajo no sea carajo
que más carajo es usted».
En otras, cuando acusa el cansancio su Garganta, lamenta no poder continuar su canto:
«Ah malhaya un pecho claro
y una lengua relatora
para seguirles cantando
toda la noche tambora»
Cántale a la muerte, la cual respeta, pero no teme, la cual espera recibir ejecutando A instrumento o cantando una tambora:
«Al pie del Currulao
tengo yo mi sepultura
para enterrar a este cuerpo
que ha nacido sin ventura».
El Canto de las Tamboras es un lenguaje sencillo, de estrofas de cuatro versos sin medida, de rima libre, explícita su propio mundo, su propia cotidianidad. Vale la pena decir que todo esto, dentro de un marco de un estribillo que coralmente se repite a lo largo de la canción.
Son ejemplos de este marco responsorial los siguientes estribillos que, por lo regular, le dan el nombre de la canción:
«Bonita la parma real
Bonita parma realera».
«Er mico se come er may
pero no come la tuza»
«Ya se va el Avión
que bonito va,
pajarillo mío
llévame a volá”
«Yo vide el tigre
yo no lo vi.».
«Oye Juanita
Oye Juliana
muchacha bonita
La Zaragozana».
En fin, dentro de este marco coral, el cantador realiza su trabajo de versador. Cabe aclarar que hay una gran cantidad de versos prefabricados, transmitidos por tradición oral, que el cantador
utiliza a su amaño y acomodo mientras improvisa los suyos propios.
A lo largo y ancho del río, el investigador encuentra versos y coros que se repiten, sin tener autor conocido, versos estos de antigüedad asombrosa preservado por la tradición oral. Muchos de estos versos y muchas de estas canciones de Tambora antiguas han sido robadas por vivarachos que posan de compositores, y las escuchamos en discos grabadas en un ritmo diferente, convertidas en Vallenato o cualquier otra melodía, registrada, con la autoría de elementos sin moral que vulneran la propiedad del pueblo sin ningún tipo de remordimientos.
La letra de las canciones de Tamboras, son de una construcción sencilla, lo cual la hace de una belleza sin par, dicho en un lenguaje común, sin refinamiento, ni rebusques alambicados. Son sencillos como su mundo, como su forma de ser, son elementales como la vida misma del
pescador. Ahora con la realización del Festival de la Tambora y la introducción de la modalidad
“canto inédita”, es que observamos la presencia de un sentido más estético, en cuanto a poesía; y si bien es cierto, con esto gana la Tambora en cuanto a poética, en retórica y en estética, pierde eso sí, su autenticidad y su sabor de salvaje belleza.
La canción de la Tambora tradicional, en cuanto a sus versos, no se refiere a un tema en particular, sino a los más diversos y variados temas, cual, si fuera una colcha de retazos, unidas tan solo por el estribillo del marco coral, que los «Cose» conformado de esa variedad, un todo bello y variado, como esa figura que nace de la unión de infinitas partes, llamadas «Mosaicos”.
El cantador de Tamboras acompaña y a veces completa sus versos con una expresión muy especial: «Gee … geeeema». La que repite varias veces dentro de su canción, como un recurso, como una licencia especial, permitida al cantante, para completar versos que le salieron cortos, o rimar sobre la marcha un verso mal improvisado, para rellenar un bache, un olvido, incluso para darse tiempo a pensar e improvisar los versos que siguen.