Por: Diógenes Armando Pino Ávila
La semana pasada, reunido con unos amigos, comenzamos a recordar cómo era la política en los pueblos hace varias décadas, cuando aún éramos jóvenes y participábamos en ella con la ardentía heredada de políticos del pasado.
Recordábamos que a mediados de los 60s se daba enfrentamientos como para alquilar balcón, de nunca olvidar la motivación de los mayores, de ese entonces, que en estos pueblos cerraron filas en favor de un delfín liberal, Alfonso López Michelsen, quien en franca rebeldía contra el establecimiento y las élites a las cuales él pertenecía, fundó el Movimiento Revolucionario Liberal, y nuestros mayores se unieron a esa causa y debatían en largas reuniones todos los discursos de su líder y leían en voz alta las editoriales de El Tiempo y El Espectador.
Otros episodios que recordábamos, era el enfrentamiento de Nacho Vives contra las elites bogotanas y casi que de memoria alguno recitaba el incendiario discurso de ese gran orador cunado con frase lapidarias acusaba de corrupción al gerente del IFI, Miguel Fadul, y al ministro de Agricultura, Enrique Peñalosa, aun resonaban en nuestros oídos esa frase de “delincuente el que delinque y del Incora el que roba” con que señalaba y acusaba a funcionarios del gobierno de la corrupción galopante de ese momento, e incluso mencionaba a Lleras como homosexual (sus razones tendría), todo esto transmitido en directo por emisoras de alcance nacional.
Rememoramos el enfrentamiento virulento entre los políticos del norte del departamento contra Carlos Arturo Marulanda que representaba al sur del Cesar, la lucha era tenaz, con discursos encendidos y amenazas entre lideres y algunas manifestaciones en el sur terminadas en balaceras. El enfrentamiento era muy fuerte entre araujistas y marulandistas, pues la dirigencia política del Cesar, vallenata de origen guajiro no aceptaba que un hombre del sur accediera a instancias del poder en el Congreso de la República. Esta pelotera la continuó Pepe Castro vs Marulanda y más tarde hubo el enfrentamiento de Martínez Zuleta y el Marulandismo.
Jóvenes aún, en los pueblos del sur heredamos esta pugnacidad, esta virulencia política, ya comenzaba a sentirse la presencia de las guerrillas en los cerros de Curumaní, Pailitas y Pelaya, primero el ELN y luego la FARC; aun así, algunos nos atrevimos a participar en la política tradicional y con esa pugnacidad heredada proseguimos en la política local, algunos alcanzamos la alcaldía de nuestros pueblos por Decreto y luego por elección Popular. Yo fui uno de esos, fui alcalde de mi pueblo dos veces (por Decreto y por elección).
De esos enfrentamientos recuerdo que el último año de mi mandato por elección se enfrentaban un compadre mío y un familiar muy cercano a mi familia, por supuesto apoyaba a mi pariente. Eran campañas políticas largas, desgastantes, de varios meses. La fiesta patronal de mi pueblo (14 de septiembre) era tomada como epicentro de la contienda. Siguiendo la tradición, como alcalde había mandado a construir la corraleja, dos días antes un amigo me filtró la información de que los ganaderos no iban a facilitar los toros para la corrida en los días que había programado para esas fiestas. Tomé la decisión de darle un dinero en efectivo a un amigo, pequeño ganadero, para que comprara unas reses, como plan b en caso que no facilitaran los toros.
En efecto llegó el día de las corralejas los ganaderos no facilitaron las reses, entonces se dio comienzo al plan b y cuando la gente estaba en las corralejas y corría el rumor de que no había nada para torear, se presentó mi amigo Carlos Torres con las vacas y se dio inicio a “la fiesta brava”, pero eran vacas viejas y mansas y los pelaos entraron al ruedo y se divirtieron de lo lindo con esos animales esos dos días de toro.
En la noche del segundo día, me filtraron la información que al día siguiente los ganaderos traerían de Pailitas un camión con unos toros semi miuras y que se iban a robar el show, la información me la dieron en una parranda en una cantina del centro del pueblo donde estaba con mis amigos cercanos. Preocupados me preguntaron que qué pensaba hacer, solo les contesté enigmáticamente si habían visto la película colombiana de Sergio Cabrera “La estrategia del caracol”, ninguno la había visto, por eso les dije mañana sabrán de que trata.
Salí de la cantina y me dirigí al parque principal ahí encontré a María Benavides y su marido José Pacheco, les pregunté qué hacían, me contestaron que nada. Les propuse ganarse un dinero esa noche, no recuerdo cuanto, a lo mejor algunos 100 mil pesos que era una alta suma y les regalaba toda la madera de la corraleja, si la desarmaban esa noche y arreaban la madera para otro sitio, pero que debían hacerlo en absoluto secreto y con personas amigas y confiables, dijeron que sí.
En efecto esa noche desarmaron la corraleja y arrearon para su casa toda la madera. Al día siguiente entró un camión con unos lindos toros semi miuras, Entró sonando su ensordecedora trompeta avisando que habían llegado los toros, la gente opositora salió en motos y bicicletas acompañando el camión con sus pitos por todas las calles del pueblo en una nutrida multitud que detrás del camión arengaban a su candidato.
Cuando llegaron al sitio de la corraleja solo encontraron los huecos donde habían estado los postes que sostenían el enrejado. Se escucho a varias cuadras el grito rencoroso, soez y virulento que soltaron al unísono ¡Alcalde hijueputaaaa!
Creo que es el madrazo más simpático que he recibido en mi vida.