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El orden internacional que las Naciones Unidas consagraron se está fragmentando.
“Nuestro mundo está en un gran problema”, así lo expresó el Secretario General António Guterres al abrir el Debate General anual el martes.
La ONU rara vez ha estado a la altura de sus objetivos más elevados. Pero es difícil recordar un momento en que sus principios fundamentales de forjar soluciones comunes para la paz, apoyar los derechos humanos y promover el derecho internacional hayan estado tan amenazados.
El estado miembro Rusia ha pisoteado la carta de la ONU con su invasión de Ucrania. Ni el presidente ruso, Vladimir Putin, ni el presidente chino, Xi Jinping, se molestarán en asistir a la reunión de líderes en la Gran Manzana, aunque se reunieron la semana pasada por separado. Y las recientes inundaciones en Pakistán sugieren que los esfuerzos de la ONU para negociar acuerdos que reduzcan las emisiones de carbono ya son demasiado tarde para algunas naciones.
Una vez, la ONU fue un semillero de diplomacia en tiempos de guerra. Pero esos días se han ido cuando Beijing y Moscú ejercen sus vetos en el Consejo de Seguridad para obstaculizar los esfuerzos de mediación en lugares como Siria y Ucrania. Tras su invasión a principios de este año, Rusia convirtió las reuniones del consejo en un teatro del absurdo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, extenderá su racha de conversaciones francas cuando haga un llamado al mundo el miércoles para que se enfrente a la “agresión abierta” de Moscú, dijo el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan. Las advertencias de Biden de que el mundo se está dividiendo en un duelo entre déspotas y demócratas miran el dinero.
Por supuesto, los críticos de Estados Unidos señalan que a menudo ha parecido infringir los principios de las propias Naciones Unidas, con sus guerras en Vietnam e Irak, por ejemplo. Y cualquier regreso al poder del expresidente Donald Trump, quien puso patas arriba la diplomacia estadounidense al menospreciar a los aliados occidentales y mimar a los tiranos, podría acabar con los esfuerzos de Biden por salvar el derecho internacional.
Todo ello explica el tono extraordinariamente desolador del discurso del Secretario General, que lamentó que “no hubo cooperación, ni diálogo, ni resolución colectiva de problemas” al tiempo que advirtió que “la realidad es que vivimos en un mundo donde la lógica del diálogo y la cooperación es el único camino a seguir”.