viernes, marzo 29, 2024
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¡El prìncipe colombiano…!


 “La corrupción es una amenaza contra la libertad, virtud sin la cual ningún pueblo puede construir grandeza” (Maquiavelo)

No es más que echar una ojeada critica al escrito de Maquiavelo en su tratado político “El Príncipe”, para encontrar un paralelo malicioso entre la conducta del hombre político de la actualidad y lo propuesto por Nicolás hace ya 501 años. Pareciera no más, que se está hablando de lo que al presente está viviendo el Estado, con un tirano o principesco gobernante siguiendo muy paso a paso las admoniciones y teorías del latino.

Razones a las cuales llegó en su época, como producto de la observación y aplicación de su teoría empírica, pero nada alejada de la realidad sobre el comportamiento del ser humano, ante eventos que plantea de: cómo obtener el poder para gobernar y mantenerlo, así sea utilizando métodos antipopulares.

Y es que para conservar los atributos exigidos por el pueblo a un gobernante  y sobrepasarlos al punto de quedar por encima del poder soberano; es auto exigible al mismo líder ponerse por encima de toda norma moral, haciendo de ella la excepción permitida para él, cuya relevancia está en obtener un fin, conquistado no importa porque medios, pero lo más seguro es que no es por los más éticos y normales de la sociedad.

Sin embargo, es el mismo Maquiavelo quien advierte, que una nación moralmente degradada y decadente está condenada a la destrucción, tal como le sucede al hombre que viva consecuentemente su vida política, observando los más altos principios morales, seguro que se arruina.

La violencia y la mentira son los medios apropiados, advertidos por el pensador, para que el príncipe tome el poder absoluto y gobierne sin que otras personas le alteren sus dictámenes, aceptando, promoviendo o exterminando si lo quiere, a la misma corrupción política y las consecuencias al interior del Estado.

Príncipes colombianos han existido en todos los tiempos de gobierno, pero en los últimos, dos príncipes polarizan el país, el uno con el poder y el otro caído pero no abatido. No queda más que establecer paradojas y comparaciones resultantes de su propio actuar.

El primer príncipe que gobernó Colombia por 8 años continuos, de seguro muy instruido en el pensamiento de Nicolás, olvidó en su momento imbuido en su mando adquirido, seguir el mandamiento: no propiciar el poder de otro, porque con ello solo labraría su propia ruina. Mientras él tenía el poder y lo conservaba por la fuerza, el otro lo acaparaba metódicamente con la astucia.

El que ahora manda, fiel seguidor del manual, una vez con la autoridad, si ha entendido que le es necesario aniquilar o hacer desaparecer del escenario del poder a su opositor, incluyendo su linaje y seguidores, puesto que el abatido príncipe nunca aceptará las nuevas leyes ni los tributos y obstaculizará su fin perseguido. Querrá posicionar  y extender su potestad a su nueva ralea, fruto de la connivencia y el concierto con la ideología partidista sesgada  al oportunismo, la subversión-delincuencia y la avidez inmoral internacional.

Menuda disyuntiva la que enfrenta el colombiano de la calle, aceptar las comprometidas determinaciones sobre la calidad de gobierno y vida a la que el príncipe reinante quiere someterlo, no importa las consecuencias sociales que a muy corto plazo, mostrarán la desvergüenza de haberle reelegido o rebelarse social y políticamente, negándose a aceptar y compartir con aquellos aduladores zalameros que se enriquecen personalmente y no avizoran que estamos ad portas de una nueva sociedad disputándose un pasaporte para el hambre y la pobreza.

 

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