DESDE EL SUR DEL CESAR-05/14: EN LOS CINCUENTA AÑOS DE UN INSIGNE SACERDOTE.
Hoy, hace cincuenta años que recibió la ordenación Sacerdotal nuestro querido Pastor de la Iglesia Católica su eminencia Monseñor: LEONEL ANTONIO PINEDA GUERRERO, quien a lo largo de su magisterio se distinguió por su amor al prójimo y su desvelada misión de ayudar a los más vulnerables de la Comunidad, a los pobres, a quienes protegió siempre en sus derechos fundamentales, en su vida, honra y bienes.
Monseñor Pineda Guerrero en su trasegar por los diversos senderos de la Diócesis de Ocaña, a la cual pertenece, siempre ha dejado un legado de humanidad y solidaridad entre sus feligreses, ha pertenecido a las diferentes Asociaciones que tengan que ver con los derechos humanos y participado activamente en las situaciones del conflicto social en que ha estado sumida nuestra Patria desde hace muchos años, fue artífice de la Consulta Popular durante la Administración Municipal de Aguachica, del malogrado Burgomaestre: Señor Luis Fernando Rincón, perteneciente a la izquierda Colombiana, quien fue sacrificado en rencillas políticas y paramilitares en nuestro pueblo Aguachica, en confusas circunstancias que solo aclarará la historia en su debida oportunidad.
Monseñor Pineda, como solemos decirle sus amigos, ha recibido un trato displicente y desconsiderado por parte del Obispo de Ocaña, en los últimos diez años de su apostolado, en los cuales además de habérsele negado los derechos Eclesiales, Seguridad Social, el derecho a tener una Iglesia, a vivir una vida digna con las mínimas comodidades que le merecen su investidura y señorío, ha recibido el rechazo de su superior inmediato y de algunos miembros y socios de la camarilla Obispal, lo cual le ha quebrantado su salud y su dignidad, dejándolo postrado en la pobreza y las enfermedades. Vive allá en la Calle del Espinazo, en Ocaña, alejado de la sociedad que lo añora, sumido en la soledad y el silencio de la ingratitud de sus compañeros insolidarios.
Ocaña y Aguachica están en mora de demostrarle su aprecio a quien durante muchos años fue su Pastor predilecto, su guía espiritual, su incondicional amigo, su adalid de la paz, quien luchó en asociación con su feligresía en la búsqueda del cambio en las costumbres políticas, culturales y sociales de estos pueblos hermanos.
Reciba querido Monseñor nuestro aprecio y admiración, usted ha encarnado a lo largo de los años la más pura vocación de servicio y amor al prójimo, cualidades que ojalá imiten sus amigos y detractores a través de los años del magisterio que les corresponde.
