En esta oportunidad Legados RCN invitó a sus micrófonos a una institución de la radio y la televisión colombiana. Jorge Barón, el hombre que ha llegado a los rincones más apartados del país para llevarle a las distintas poblaciones música y ritmos colombianos que hacen feliz a la gente.
Este hombre, oriundo de Ibagué y quien comenzó su carrera hace 48 años, dio sus primeros pasos en un micrófono cuando apenas tenía 6 años de edad, participando en programas para locutores aficionados, mirando de cerca a los empleados de los supermercados que ofrecían los remates y hasta cantando con el único fin de tener un micrófono en su poder.
“Quería ser locutor de niño, quería trabajar en la radio, hablar por un micrófono, lograr tener el micrófono en mi mano, esa era mi pasión y deseo. Incluso iba a La Voz del Tolima a participar en un concurso para cantantes aficionados, nunca he cantado pero lo importante era tener el micrófono y poder comunicarme con la gente, tendría 8 años”, recuerda.
El gusto, tal vez, vino de su padre que trabajaba como transportador. A él lo acompañaba en sus viajes mientras tenía sintonizada la radio, “entonces yo creo que desde ahí comenzó esa inclinación mía por la música, por los locutores y narradores deportivos”.
Un gusto que se convirtió en un sueño y que cada fin de semana se expande a todos los rincones de Colombia y que logró por “saber aprovechar las oportunidades”.
“Hemos ido a toda Colombia, hemos visitado todos los departamentos, 550 municipios, más de 800 veredas y corregimientos colombianos. Cuando agarro el mapa para escoger destinos falta poco para completar municipios y veredas, además hemos viajado al exterior para llevarle este programa a la comunidad colombiana que vive fuera del país en Roma, Italia; Londres, Inglaterra, Madrid, España; en Estados Unidos, Venezuela, México y Argentina”.
Este hombre, al que le cambió la vida un 24 de mayo de 1969 a las 4 y 30 de la tarde cuando comenzó la primera emisión del Show de Jorge Barón, es, irónicamente, un músico frustrado, pues nunca pudo aprender a interpretar un instrumento. Pero eso no ha sido impedimento sino un motivo para llevar la alegría y la música a los lugares más recónditos del país.
De este proyecto también hacen parte cinco hombres que comparten el mismo nombre: Jorge. Sus hijos tienen este primer nombre como legado de su padre y es producto de una anécdota con su esposa a quien le pedía tener un «Jorgito» y no un bebé. De los cinco guarda la esperanza que Jorge Eduardo, el menor y quien hasta ahora alcanza los 10 años sea su sucesor.
Ellos han hecho parte de este proyecto en determinados momentos de sus vidas y han sido parte del esfuerzo que implica que sea una realidad pues para lograr llegar cada fin de semana a las poblaciones se deben trastear 40 toneladas de equipo y desplazar 250 personas. Y eso sin contar con los problemas a los que se enfrentan cuando deben viajar y la duración de los mismos conciertos que llegan a ser hasta de 14 horas. Pero sin duda se trata de un arduo trabajo que al final es retribuido con la mejor gratificación que para Jorge Barón existe: “el cariño de la gente, el público que sale a recibirme, la gente feliz en los conciertos, y la gente que no se quiere ir, eso es muy gratificante que el público reciba el programa con tanto cariño”.
Aunque no siempre ha sido felicidad, pues en un comienzo se vieron toda clase de problemas por cuestiones económicas y logísticas, Barón se las ingenió para sacar adelante su sueño. Tanto así que con su primer proyecto “Cocine a su gusto”, buscaba canjes con restaurantes que le proveyeran de alimentos mientras él del daba publicidad al aire en su programa y ya para el show de Jorge Barón se disfrazó de uno u otro personaje para no advertir que el vestuario no hacía parte de sus posibilidades.
Jorge Barón no tuvo la posibilidad de ir a una universidad, pero sin duda agradece ser un producto de la universidad de la vida y con eso le basta para saber que ha sido completamente feliz y que lo que la vida no le dio, él se lo ha dado a los suyos. Sueña con seguir llegando a los lugares más escondidos del país y aquellos que incluso no existen en el mapa, pues sólo así sentirá que este viaje habrá valido la pena.