viernes, abril 19, 2024
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La foto del exmagistrado Francisco Javier Ricaurte que no publicó El Espectador ¿Por qué?


¿Por qué El Espectador no publicó la foto de Francisco Ricaurte reseñado en La Picota?

Por:Diana Durán Núñez* / @dicaduran
La imagen de la reseña judicial del exmagistrado suscitó un debate periodístico que aún no cesa. ¿Es morbo o información?

El exmagistrado Francisco Ricaurte entrando a los juzgados de Paloquemao para su imputación de cargos.Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador
El exmagistrado Francisco Ricaurte entrando a los juzgados de Paloquemao para su imputación de cargos.Foto: Gustavo Torrijos – El Espectador

En la mañana de este martes se regó como pólvora una foto que parecía de no creer: ahí estaba Francisco Ricaurte, hasta hace poco uno de los hombres más poderosos en la Rama Judicial, sosteniendo con ambas manos el cartel inconfundible de quienes están en problemas penales. El código, TD 113094756, confirmaba que en la cárcel La Picota probablemente él sería un número más, un preso cualquiera. Era la imagen viva de la paradoja, pues el hombre que, se suponía, simbolizaba la justicia, ahora recibía su castigo por haberla -presuntamente- despreciado. 

¿Publicarla o no? En teoría, parecía una decisión fácil para cualquier medio de comunicación: ¡publicarla, claro! La mayoría lo hizo, una buena parte de El Espectador quería lo mismo. Para este diario, sin embargo, tomar la decisión no fue simple. El resultado, en cambio, fue un inmenso debate que no tuvo cierre, pues se revivió en varias oportunidades y en distintos equipos de la redacción. Por eso concluimos que lo más adecuado sería trasladarlo a nuestros lectores.

“Yo creo que debería publicarse”, dijo nuestro jefe de redacción, Élber Gutiérrez. “Es un documento periodístico muy valioso. ¿Acaso El Espectador no publicó la foto de Pablo Escobar con su reseña judicial?”, continuó. Se refería a esta icónica imagen del jefe del cartel de Medellín:

Élber Gutiérrez no es el único con esa postura. Varios la comparten. Entre ellos, nuestro reconocido editor de la edición dominical, Nelson Freddy Padilla: “Estoy de acuerdo con la publicación porque se trata de una noticia judicial histórica: el primer expresidente de la Corte Suprema reseñado“, dijo. “Hace parte de los documentos que la ciudadanía debe conocer en el contexto del proceso investigativo por la posible corrupción del máximo tribunal de la justicia. La foto debe estar acompañada de la información que deje en claro por qué fue capturado, de qué está acusado, cuál es su defensa y resaltar que no ha sido condenado”.

Alexánder Marín señaló que en su criterio, la foto, aunque lamentable, no dejaba de ser “un documento histórico, veraz y una pieza de valor periodístico. La consideración es: ¿tiene valor histórico? ¿Es de interés público? Creo que en esta oportunidad estamos frente al protagonista del mayor escándalo de la justicia y reúne ambas condiciones. Aunque algunos dirán que publicarla atenta contra la presunción de inocencia, la intimidad, la honra y el buen nombre, es el retrato de la paradoja que atraviesa la justicia, en la que quien acusó o absolvió hoy está en el banquillo. Por esta razón la publicaría”, aseveró Marín, editor de la sección Bogotá.

Los tres tenían la razón. El Espectador sí ayudó a divulgar la foto de la reseña judicial de Pablo Escobar  que correspondía al momento de su captura, en 1976, por un cargamento de droga que había entrado al país escondido en la llanta de un camión. Los detectives del DAS que dieron con él fueron asesinados y la jueza que llevaba el caso, amenazada. La investigación nunca maduró, pero la revelación del arresto por narcotráfico -hecha por El Espectador en 1983- fue la estocada final que llevó a Escobar a salir del Congreso y convertirse en prófugo de la justicia y, en 1986, a que ordenara el asesinato del director de este diario, Guillermo Cano.

(En el caso de la foto de Escobar, agregaría después el editor general, Jorge Cardona, la publicación de 1983 no incluía la imagen de la reseña judicial. En este artículo se puede apreciar esa edición) .

La foto, como indicó Nelson Freddy Padilla, sí hace parte de un contexto investigativo. Y, como dijo Alexánder Marín, tiene valor histórico. “Yo sí la publicaría”, agregó Ricardo Ávila, nuestro editor de cierre, “porque se trata de un funcionario público, la foto es oficial y es de dominio público la investigación en su contra”. Así es. Ricardo Ávila también tenía razón.

Entonces, ¿por qué no publicamos la foto de Ricaurte? 

Esa foto sólo alimenta el morbo de la gente, es una especie de amarillismo judicial, dije yo en consejo de redacción. Agregué que, sobre Ricaurte, la sección judicial ha escrito cada detalle que ha sido ventilado, cada acusación en su contra, cada intervención del fiscal general señalando que tal vez él pidió dinero a gente investigada a cambio de intervenir en sus procesos. Se ha indagado acerca de sus propiedades y de quiénes lo visitaban cuando era magistrado. Ya se contó que fue enviado a La Picota. La foto de su reseña judicial, que llegó a los medios por algún funcionario del Inpec mas no por conductos regulares -o eso aseguraron los de la oficina de prensa-, es innecesaria, insistí: es querer mostrar la sangre en la arena. (Le puede interesar: Francisco Ricaurte, del cielo al infierno)

Otros periodistas tenían una postura similar. Fernando Araújo, editor de cultura, expresó puntualmente: “Humillar a un ser humano, por corrupto que sea o haya sido, es caer en sus mismos vicios”. Para él, revelar la foto del exmagistrado Ricaurte durante su reseña judicial era eso, una humillación, no una pieza periodística merecedora de ser divulgada.

“No estoy de acuerdo con la publicación de la foto de la reseña del exmagistrado Francisco Ricaurte en la cárcel La Picota, pues lo único que generaría en la audiencia es un sentimiento hacia él de culpabilidad tácita, sabiendo que aún no ha sido declarado responsable directo en el ‘cartel de la toga’, la investigación está en curso. En caso de que no se compruebe nada, se estaría dañando el buen nombre de una persona que está cumpliendo lo que la ley le está exigiendo. En otras palabras, es darle de comer al morbo de la sociedad”, agregó Camilo G. Amaya, periodista deportivo.

En medio de la controversia, alguien trajo a colación la iniciativa de los muros de la infamia. Se trataba de un cambio que se hizo al Código de Infancia y Adolescencia en 2006, en el cual se expresaba que “en alguno de estos espacios (mediáticos) y por lo menos una vez a la semana, se presentarán con nombres completos y foto reciente, las personas que hayan sido condenadas en el último mes por cualquiera de los delitos contemplados en el Título IV, ‘Delitos contra la Libertad, Integridad y Formación Sexuales’, cuando la víctima haya sido un menor de edad”.

En 2008, sin embargo, la Corte Constitucional declaró que ese artículo iba en contra de la Carta Política del 91. Era una medida desproporcionada, ponía en riesgo a los condenados y a sus familias, y lo más importante, no resarcía a las víctimas por el daño causado. La Corte advirtió que, incluso, divulgar esas imágenes podían originar actos de venganza. Así fue como la idea de los muros de la infamia llegó a su fin. Fueron muchos los desilusionados con la determinación, pues creían que ese tipo de escarmiento era un castigo más que justo para quienes hubieran abusado de niños.

Fotos como la de Ricaurte durante su reseñado en La Picota -creo yo- sacian el deseo de exponer a quien se cree delincuente y castigarlo a como dé lugar. Esa clase de imágenes pueden terminar siendo, con o sin intención, una suerte de linchamiento mediático. Una actitud que, en mi criterio, es demasiado peligroso fomentar en un país donde en su capital cada tres días alguien muere linchado.

Jorge Cardona, editor general y voz de la consciencia de la redacción de El Espectador, manifestó que tampoco estaba de acuerdo con divulgar la foto. “Yo no publicaría la reseña carcelaria ni del peor delincuente. Una cosa es el derecho de la justicia a procesar a todo aquel que viole la ley, pero otro asunto distinto es el linchamiento y el escarnio público. Es un dilema de debido proceso y, en cualquier caso, de respeto por el ámbito familiar y personal de todo procesado”.

Y añadió: “Sobre el tema, tengo los mismos reparos que me produce ver a los fiscales anunciando en ruedas de prensa las conclusiones de sus pesquisas antes de que haya imputación de cargos. En muchos casos, sobre todo aquellos de connotación nacional o escándalo mediático, es muy difícil que un juez de garantías tenga la suficiente autonomía e independencia para evaluar la libertad de una persona cuando tiene una carga de presión de la Fiscalía, cualquier otra institución del Estado, o los medios de comunicación. Sigo creyendo en la vieja máxima que decía que los jueces y magistrados, y ahora los fiscales, solamente se pronuncian a través de sus providencias”.

“Sigo dudando (de no publicarla)”, dijo nuestro director, Fidel Cano Correa. La imagen es valiosa informativamente, no dice nada que no sea cierto, y ver a un expresidente de la Corte que mil veces salió sonriente y poderoso en esa condición dice mucho del momento que vive el país. Pero me parece válido el argumento de proteger el debido proceso, que en Colombia se violenta a diario”.

Esta es una discusión sin punto final. En la mañana de ayer, por ejemplo, la emisora Blu Radio le preguntaba a sus oyentes si estaban de acuerdo con la publicación de la foto. Los medios nacionales la registraron todos, sin excepción, y eso tampoco está mal: se trata, sin duda, de un documento de valor periodístico que, como dice nuestro director, habla de la coyuntura que atraviesa Colombia. Quizá los equivocados seamos aquellos que pensamos que esa foto en particular genera más morbo que información. El debate sigue abierto.

Fuente:*Editora Judicial de El Espectador.
El exmagistrado Francisco Javier Ricaurte
El exmagistrado Francisco Javier Ricaurte

 

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