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Recordando a: armero y su tragedia


DESDE EL SUR DEL CESAR-077/2015-RECORDANDO A: ARMERO Y SU TRAGEDIA.

Nos entristece, se cumplen 30 años de la tragedia de Armero, población Tolimense de grata recordación, por su inmenso aporte a la agricultura Colombia y especialmente, por su aporte de personas de sanas costumbres, trabajadoras y buenas, ese fatídico día: 13 de Noviembre de 1985, ocupaba la presidencia de nuestra Patria el ilustre y buen hombre Antioqueño Dr. Belisario Betancourt Cuartas, quien  hacía un año había tenido que sortear, con aciertos y desaciertos históricos los dolorosos hechos causados por  la toma y destrucción, por grupos al margen de la Ley patrocinados por la mafia sanguinaria dirigida por el criminal: PABLO ESCOBAR GAVIARIA,  del Palacio de Justicia de Colombia,  episodio que conmocionó al mundo democrático, especialmente por los estragos en vidas humanas, destrozos materiales y de manera cruel el asesinato masivo de miembros valiosísimos de la rama Judicial y ciudadanos honestos que tuvieron la mala suerte de estar en esos momentos en el lugar equivocado, en donde  reinaba la anarquía y el fanatismo político y la furia incontrolada de un Ejército que obró con ligereza, según los relatos históricos de verdad comprobada, según los expedientes del caso recopilados por los estudiosos del país y el extranjero.

En Aguachica, la angustia fue general, si tenemos en cuenta que una gran porción de nuestra población la conforman familias venidas del Departamento del Tolima, quienes nos enseñaron los cultivos de algodón, arroz, ajonjolí, sorgo, etc. Que por tradición se cultivaban en su tierra de origen, ellos… ellos perdieron a su familiares en la tragedia de Armero y los vimos llorar desconsoladamente cuando visitamos las viviendas de quienes no pudieron viajar desde Aguachica, a rescatar los  restos de sus muertos, ni auxiliar a los heridos sobrevivientes, se conformaron con ver las dantescas imágenes editadas por la televisión y los periódicos, vieron cómo se consumía la vida de Omaira Sánchez, la valiente niña que rogaba que la rescataran, sin saber que era imposible hacerlo, ya por carecer de medios para hacerlo o por sus graves lesiones corporales, pues se encontraba atrapada por las rocas, el fango, los escombros  y su cuerpo lacerado e infectado por las pútridas aguas de los fangales siniestros. En esa posición terminó expirando, se le escapó la vida, recostó su cabecita sobre su pecho y murió sin ver el fin de la tragedia de su familia, de su pueblo, se sus vecinos y amiguitos…

Es inenarrable las escenas que conmovieron nuestras almas y compungieron nuestros corazones, esas legiones de seres humanas desorientados en la vorágine torrencial que les tocó vivir, muchos de ellos fueron rescatados y enviados a destinos inciertos por los medio que pudieron las autoridades y los rescatistas valientes que prestaron  sus auxilios desinteresadamente la mayoría, otros oportunistas,  buitres de tragedias,  se ocuparon de  robar lo que pudieron, joyas, dinero, prótesis dentales, muebles y enseres, hasta la ropa de los heridos y muertos, dejándolos abandonados a su suerte luego del pillaje, posteriormente fueron rescatados desnudos y gravemente heridos y muertos. El saldo de la tragedia fue de 25.000 los muertos y un número in determinado de heridos y desaparecidos, algunos historiadores y estadísticas señalan que la tragedia afectó a más de 50.000 personas.

Hoy 30 años después muchas de las personas que no aparecieron en el lugar de la tragedia fueron llevadas legal o ilegalmente a otros países y  otros hogares y fueron adoptadas, en donde rehicieron sus vidas pero no olvidan, la mayoría de ellas, la tragedia que les tocó padecer y las circunstancias en que fueron desarraigadas de su querida patria, de sus familias, de su entorno de  Colombia. Hoy hay como testigo y testimonio mudo, donde floreció Armero,  una gran cruz y la efigie de espaldas de un Papa que lloró inconsoladamente ante la tragedia, allí donde el gobierno declaró como Camposanto, ya que miles de víctimas nunca fueron rescatadas del fango y los escombros.

JOSE-NELSON-RODRIGUEZ-MELO

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