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martes, septiembre 30, 2025
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Leyó por curiosidad.

Por: Diógenes Armando Pino Ávila

Sonó el timbre, hora de descanso. Me asomé a la puerta del colegio, no recuerdo para qué, lo cierto es que en ese instante pasaba un colega del otro colegio y me abordó con un saludo cariñoso entablando una conversación sobre el oficio de educar. Comenzamos a quejarnos de la falta de interés del estudiante por la lectura, la falta de criticidad y la liviandad de los conceptos y opiniones que emiían.

Prolongamos la charla por espacio de unos quince minutos. La pregunta que me soltó fue desesperada ¿Qué debemos hacer en clase para que el estudiante se enamore de la lectura? Esa pregunta me la había hecho miles de veces, es más, a pesar de estar retirado del ejercicio como educador, todavía me la hago. Le respondí que no sabía que hacer, he probado varios métodos y estrategias, algunas me han dado resultado por un corto tiempo, pero luego los jóvenes vuelven a caer en el desinterés, le dije.

Unas niñas del grado once salieron y se pararon a conversar a pocos metros de donde hablaba con el colega, no le di importancia al caso, puesto que lo que hablábamos era normal entre maestros. Pensé que a las jóvenes no les interesaba el tema, ya que hablaban entre ellas sobre modas y cantantes.

Intercambiaba con el profe los métodos que cada uno había utilizado, acompañándolo de comentarios sobre los resultados obtenidos, con ninguno habíamos logrado interesar verdaderamente a nuestros estudiantes por la lectura, leer por placer. Le comenté que había pensado que los profes de español, en las clases de lectura, que no es la de español, la mayoría cree que es lo mismo. Por lo tanto, la utilizan para reafirmar los contenidos de las clases y emplean la hora de lectura obligando al joven a leer obras de acuerdo a la temática que les toca dictar: Si están viendo la literatura medieval española, exigen leer El Cantar de Mio Cid, si el tema es literatura renacentista española, entonces exigen leer «La Celestina» de Fernando de Rojas, «El Lazarillo de Tormes» (anónimo). No digo que está mal hacerlo, lo que critico es que se haga en la hora de lectura.

Son textos que no están en sintonía con la época actual y no consultan el interés del joven de hoy, creo, le dije, hay que proponerles lecturas más de este tiempo, lecturas que toquen sus intereses, que si al joven le gusta el futbol que lea sobre futbol, si es portador de religiosidad que se enfoque por ese tema, en fin, darle libertad para que explore los temas que se le presenten hasta que descubra la lectura de su interés. A lo mejor en esa búsqueda libre tropieza con libros que lo entusiasmen. Clareo está habrá jóvenes que tendrán más dificultades que otros.

El colega me preguntó ¿Qué harías con un joven que rechaza todo tipo de lectura y que solo les habla a sus compañeros de temas de sexualidad, rumba y desenfreno? No sé, en son de chanza le dije, lo podría a leer la novela negra “Luna Caliente” de Mempo Giardinelli, a lo mejor le tomaría el gusto a la lectura. Festejamos la chanza y nos despedimos entre risas.

Al día siguiente, una niña de grado once, de una edad entre 17 y 18 años, me miraba y se reía, se acercaba, reía y se retiraba. Al comienzo no le di importancia a su comportamiento. Al segundo día, seguía con lo mismo, la observé detenidamente tratando de interpretar su actitud, pensé que se burlaba de mí. Al tercer día, en el recreo, se acercó con la misma actitud risueña y huidiza. La abordé indagando a que obedecía su actitud burlona, entonces me confesó su secreto: Profe, me dijo riendo, yo escuché lo que usted hablaba en la puerta con el profe del otro colegio.

Inquieto le dije: No hablábamos de nada malo, ¿por qué le has dado tanto color a una conversación normal? Entonces me soltó esta perla: Profe, yo anoté el nombre de la novela y el autor que le recomendó al otro profesor y en la noche bajé de Internet un PDF con la novela completa “Luna Caliente” de Mempo Giardinelli y esa misma noche comencé a leerla, ya la terminé, y sabe una cosa, me gustó mucho.

Quedé mudo del asombro, ella era una de las jóvenes que me manifestaba que no le gustaba leer porque eso la aburría y le daba sueño.

La entrada Leyó por curiosidad. se publicó primero en El Nuevo Sur.

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