Apenas una semana desde que Vladimir Putin obtuvo su quinto mandato presidencial, Rusia se ha visto sumida en la matanza y el desorden.
El ataque a la sala de conciertos y complejo comercial Crocus City Hall cerca de Moscú, reivindicado por ISIS, ha dejado cientos de muertos o heridos.
Ésta no es la estabilidad y la seguridad por las que tantos rusos votaron por el presidente Putin. Durante años, el hombre fuerte del Kremlin ha sido presentado como un líder capaz de garantizar el orden en este vasto y turbulento país. Pero hoy Rusia parece más insegura y volátil que en cualquier otro momento de los 24 años de Putin en el poder.
La brutal guerra del Kremlin en Ucrania, ahora en su tercer año terrible, les ha costado muy caro a los rusos. El ejército no publica cifras de víctimas, pero las estimaciones estadounidenses sugieren que más de 300.000 rusos han muerto o han resultado heridos.
La reciente muerte de Alexey Navalny, el líder de la oposición rusa más prominente, ha silenciado permanentemente a un crítico vocal del Kremlin. Pero los miles de personas que asistieron a su funeral en Moscú, o que acudieron a votar en una reunión masiva del mediodía contra Putin en los colegios electorales el último día de las elecciones presidenciales, indican una base de descontento.
Ahora, la atención se centra firmemente en la aparente reaparición en Rusia de ataques terroristas yihadistas a gran escala, sin relación con la guerra de Ucrania ni con la oposición interna al Kremlin. Para un líder que ha prometido seguridad y estabilidad a los rusos, un ataque importante en suelo ruso es otro golpe poderoso.
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