Hubo una época -durante el auge del Silicon Valley- en donde todos los servicios de Internet eran de acceso libre y gratuito. Esto incluía el almacenamiento, las aplicaciones, las redes sociales, la música y los videos. Pero esa etapa terminó y de a poco, fue reemplazada por la «dictadura» de lo premium.
Durante años, la información fue el combustible que alimentó a la economía digital. Los datos servían para que las empresas estudiaran el comportamiento de los consumidores, con el fin de entender lo que buscaban y así brindar lo que estaban necesitando.
Hasta que la Unión Europea comenzó a imponer restricciones al acceso de datos personales y puso en jaque este modelo de globalización digital. Sin embargo, el golpe de gracia lo dio Apple con el iOS 14.5, al eliminar el rastreo de avisos en el iPhone.
Bajo el paraguas de la transformación se cobijan hoy las grandes firmas tecnológicas para justificar el cobro de una suscripción mensual para navegar por las redes sociales, utilizar WhatsApp o realizar una copia de seguridad.
La regulación de la mensajería
Aunque para las funciones en curso el servicio de WhatsApp seguirá libre de cargo, la intención de Meta es ir sumando características de privilegio -como Meta AI, un chatbot integrado en los contactos- que uno deberá costear de su bolsillo para acceder a esta nueva categoría.
El otro plan es introducir una pequeña tasa mensual -como indicó Will Cathcart, director de WhatsApp- para determinados Canales. La idea es que los suscriptores reciban noticias y contenidos exclusivos que no están en otro lado.
Otra señal del ajuste es que las conversaciones y fotos ya no se podrán conservar de forma ilimitada. Hasta ahora, alcanzaba con un teléfono Android vinculado a una cuenta de Google, para que WhatsApp guardará los chats en Google Drive.
Las cuentas gratuitas de Google otorgan 15 GB para salvaguardar lo que uno quiera. La diferencia es que los datos de WhatsApp, que en algunas ocasiones pueden sobrepasar esa cuota, antes no eran contabilizados en la balanza.
Google anunció que modificará sus políticas de almacenamiento para Drive y ya no será posible el backup sin límite. Desde Meta intentaron minimizar la restricción, argumentando que todo seguirá funcionando como hasta ahora.
La opción más directa es contratar 100 GB por dos dólares mensuales o bien, tomarse el trabajo de borrar con frecuencia los chats para regular el peso de los archivos de respaldo.
La «tarifa social»
Las redes sociales, concebidas casi como un servicio público en donde cualquiera podía expresar su parecer, han ingresado en un nuevo circulo en donde habrá que pagar para aprovecharlas a pleno.
Los movimientos de Meta y TikTok, las mayores redes sociales del planeta, confirman que están avanzando hacia un terreno de transición, durante el cual convivirán, como mínimo, el llamado modelo orgánico con el arancelado.
El mes pasado, Meta, empezó a ofrecer a los clientes europeos suscripciones sin anuncios a Facebook y a su red hermana, Instagram, por 10 dólares al mes.
En octubre, X lanzó una opción sin publicidad. En esa misma línea, TikTok, reveló que estaba probando una suscripción sin anuncios. La siguiente en dar el paso al frente fue Snapchat quien está haciendo los mismos sondeos.
Y si bien las actividades orgánicas son necesarias para desarrollar la correlación entre las partes, también es cierto que los algoritmos de clasificación lograron que “pagar para participar” sea un requisito que garantice una experiencia más satisfactoria.
Quienes no estén de acuerdo en abonar una tarifa, recibirán un servicio con publicidad, con una lenta actualización en los contenidos del feed, las publicaciones propias tendrán poco alcance y con un bajo impacto. En otras palabras, uno se convierte en un espectador silencioso.
Algunos modelos exitosos
Desde hace un tiempo, las plataformas enfrentan serios problemas con el contenido tóxico que erosionó la confianza. Para barrer estos residuos, han intentado controlar a los grupos que incentivan la violencia y la desinformación, sin suprimir la libre expresión.
La solución que muchas pusieron en práctica es exigir una compensación mensual, a cambio de un poco de orden y limpieza en sus contenidos.
Pagar por navegar en una red social no es una ruptura tan grande. LinkedIn lleva tiempo ofreciendo esa opción y le funciona. Algo similar ocurre con Tinder: si uno quiere ver todos los match, debe pasar al siguiente nivel.
Estas plataformas privadas están experimentando un inesperado repunte, de acuerdo con eMarketer. Ya que los usuarios aumentaron su tiempo de permanencia y comenzaron a comprar los productos que se ofrecen en ellas.
Para quien busque contenido cualificado y segmentando, quiera evitar la autopista de los trolls, los comentarios denigrantes, las noticias falsas y que las publicaciones propias logren una amplia recepción, los modelos de suscripción son el camino.
Sin embargo, exigir dinero por un servicio que se ha ofrecido de forma gratuita durante años puede resultar excesivo. Como también lo es brindar menos seguridad a quien no pague, como sucede con X.
Los expertos consideran que lo correcto es intentar incentivar las suscripciones porque lo que uno recibe a cambio sea mejor, con un sello premium, no porque se empeore lo que ya se tenía.