Con 84 años cumplidos y una débil salud, Fidel Castro acaba de sugerir que deja el último puesto que todavía ocupaba en Cuba: la jefatura del Partido Comunista. No ha habido anuncio oficial en un país donde la información está férreamente controlada por el régimen sino que el mandatario se ha limitado a apuntar que «no está en condiciones» de seguir ocupando ese puesto. De sus palabras se desprende que delega sus atribuciones. Sin embargo, fuentes oficiales han señalado poco después que Castro continúa siendo el primer secretario del partido gobernante. La retirada podría ser efectiva en unos meses.
Castro se reunió este miércoles con estudiantes universitarios, pero aclaró que su presencia en este encuentro no era en calidad de primer secretario del PCC, lo que ha sido interpretado por algunos medios internacionales como la dimisión a la máxima representación del partido que gobierna en la isla desde hace más de 50 años. «Yo me enfermé e hice lo que debía hacer: delegué mis atribuciones. No puedo hacer algo que no estoy en condiciones de dedicarle todo el tiempo. Si yo mismo no sabía si iba a salir de aquello», apuntaba, según recoge el diario oficial Granma.
Las fuentes oficiales han explicado que en estas declaraciones Castro se refiere a las decisiones que tuvo que tomar en 2006, cuando por motivos de salud renunció a seguir ejerciendo el poder en la isla y cedió el mando a su hermano, Raúl Castro, y en 2008, cuando anunció que no aspiraría a la reelección como presidente del Consejo de Estado y comandante en Jefe, después de 49 años en el poder. Desapareció de la vida pública durante casi cuatro años aunque retuvo el influyente puesto de primer secretario del Partido Comunista, el único legal en Cuba.
Su marcha puede ser oficial en abril del año que viene, cuando el partido celebre un congreso postergado en varias ocasiones y en el que está previsto que se apruebe un plan de reformas económicas impulsadas por su hermano y sucesor. De cara a esa cita, el régimen ha lanzado una campaña para promover sus cambios económicos, intentando animar a la población y a los dirigentes del partido, que deberá aprobar las medidas.
Cambio, no ruptura
El mensaje que el régimen está enviando a través de los medios estatales es que los cambios son necesarios para mejorar la economía y asegurar la continuidad del socialismo una vez que desaparezcan sus líderes históricos. En un país sin democracia, la discusión de esas propuestas de reforma se considera un «gran ejercicio de democracia». «En este proceso quien decide es el pueblo», sostiene en un titular Granma, altavoz del Partido Comunista. «La Revolución saldrá fortalecida», señalaba otro.
Desde hace días este diario está publicando en su portada pronunciamientos de Raúl Castro sobre la economía. Las páginas interiores incluyen artículos con entusiastas testimonios. La misma cobertura se repite en la radio y la televisión. Los cambios en cuestión están reflejados en un denso documento de 32 páginas titulado ‘Proyecto de lineamientos de la política económica y social’ que fue revelado la semana pasada por Raúl Castro con propuestas para fortalecer la frágil economía cubana. Aunque algunas de esas medidas ya se están aplicando, todas deberán ser aprobadas en el Congreso del Partido Comunista, el primero que se celebra desde 1997.
En medio de la campaña sobre la importancia de los cambios, a la que se ha sumado Fidel, los líderes cubanos han suavizado el tono de sus mensajes en la última semana y aclarando que se trata sólo de una modernización y no de una reforma del sistema comunista instalado tras la ‘revolución’ de 1959 que llevó a Fidel Castro al poder. «No hay reforma, es una actualización del modelo económico. Nadie piense que vamos a ceder la propiedad, la vamos administrar de otra forma», aclaraba el ministro de Economía, Marino Murillo, para alejar el «fantasma» del «capitalismo imperialista».