viernes, abril 19, 2024
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La Ciudad Fariana.


“Con el dinero se puede fundar una casa espléndida, pero no una familia dichosa.”

Considerando que la firma del acuerdo para dar por terminado el conflicto armado es un hecho que criaría la quimera de crear un ambiente de paz bajo condiciones pre-establecidas, y lográndose tal efecto con la aquiescencia de raudales de dinero puestos en el proceso, salidos del patrimonio colombiano, pero calculados mínimos egresos, teniendo en cuenta lo que falta y que se gastará para ambientar épicamente la construcción del escenario pacificado, solo queda por instigar no por irónica propuesta sino en un acto de gallarda aceptación de pasmosa realidad, la fundación dentro del territorio nacional de “Ciudad Fariana”.

 

Sería una ciudad, urbanizada y edificada según especificaciones de un ordenado plan de habitabilidad, en un espacio geográfico donde sea relevante el medio ambiente interactuando con la civilización, cerca de ríos, tierras productivas, aceptable clima. Un lugar entre los llanos y la selva colombiana, nada difícil de elegir por sus fundadores.

 

Más que un sitio de concentración, florecería una  ciudadela para las huestes farianas y aquellos autores de terror que anhelan el relativo sosiego fantaseado por su propia angustia, una ciudad contenida en el concepto de entidad territorial descentralizada administrativa, política y económicamente, aprovechando que sus habitantes son dueños de una riqueza inmensa que allí podrían legitimar, con autonomía dentro del  respeto al ordenamiento estatal y a la vez con cierta distancia de la sociedad mayoritaria que impera en Colombia.

 

Así los guerrilleros irían amoldando sus vulgares costumbres y gradualmente compartirían con la comunidad más avanzada y culta, desarrollando actividades legales para que pierdan esa habitualidad de agredir, extorsionar o secuestrar, así refrendarían el concepto de ser más simpáticos de lo que encubren.Esa ciudad no estaría aislada sino protegida hacia su interior y controlada hacia el exterior por mutua seguridad  y cierto recelo compartido, allí podrían desarrollar el intercambio industrial, comercial, cultural y turístico con el compatriota indulgente.

 

No es fantasioso lo expuesto, pero sí, se avizora una realidad pasmosa en el asentamiento de grupúsculos esparcidos por la geografía, bajo el esquema de zonas de reserva campesina, que inmiscuidos desordenada y autoritariamente entrarán en conflicto con el auténtico colectivo agrario, trabajador y productivo.

 

A Colombia más que el orden jurídico debe importarle la realidad social del orden, para equilibrar  con la amenaza de someter a una gran nación a la voluntad perversa de unos pocos avaros de riqueza personal y poder, interesados en subyugar la soberanía a ignominiosos regímenes políticos.

 

Solo pensando en grande se puede proyectar otro porvenir.

 

ALFONSO SUAREZ ARIAS

Enero 12 de 2016

alfonsosuarezarias@gmail.com

@SUAREZALFONSO

 

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