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Del Niño y otros Fenómenos


20 de Enero de 2015

Yira Pacheco*

La sequía generada por el fenómeno del niño, ha hecho visibles los macabros efectos que el calentamiento global, el mal uso de los recursos naturales y el modelo de desarrollo instaurado, pueden conllevar en nuestros territorios y nuestra gente; ha puesto sobre la mesa una problemática que ha gritos vienen denunciando ambientalistas, campesinos/as, comunidades, organizaciones sociales y uno que otro académico.

Aguachica no escapa de esta realidad; basta hablar con un morrocoyero que supere los 40 años para que te cuente las maravillas acuíferas que tenía esta tierra, cuyo nombre parecía una ironía ante las grandezas que poseía. Aguachica, así como los otros municipios del sur del Cesar, se caracterizaban por espejos de agua, cascadas, quebradas y ríos abundantes que permitían no solo el disfrute de los paisanos en los días dominicales; ofrecían una abundante flora y fauna que amenizaba el andar, y permitía el alimento y la sostenibilidad de los habitantes del municipio, además de proporcionar trabajo fijo a los pescaderos de las ciénagas de los municipios, alimentadas por quebradas al día de hoy casi extintas.

Parece un cuento chimbo que te echan los nativos para hablar de las bondades de esta tierra; un paraíso que no refleja la realidad que hoy en día deja a los morrocoyeros, y a los otros seres que habitamos estas tierras, quince días sin agua de los treinta o treinta y uno que tiene el mes.

Se podrían depurar responsabilidades si se investiga en qué se utiliza el agua del municipio o a dónde va el dinero del tantas veces anunciado acueducto de Aguachica.  Algunas ideas: cultivo de palma donde cada árbol de las hectáreas cultivadas consume 16 litros de agua al día, los cientos de cabezas de ganado que se extienden por los latifundios y que sufren la sequía menos que los habitantes del casco urbano, la extracción del material de arrastre de las cuencas de los ríos hecha por empresas privadas; o puedes irte un día entre semana a la quebrada de Norean, comerte un chicharrón y ver como se llenan los carrotanques de  4.600 galones de la ruta del sol, con el agua de este afluente en el que bañarse es un reto cada vez más grande.

Ante tal situación, sentí un grado de satisfacción al ver en un noticiero de cobertura nacional a una vecina de este municipio que hacía la denuncia pública del supermercado con mayor prestigio (y mayores precios) del municipio, quien había aprovechado esta época de sequía para lavar con mangueras a presión el parqueadero de sus clientes; la indignación cogió revuelo y se hizo viral, por utilizar un término actual, en los hogares morrocoyeros.

Hace dos días ha vuelto el agua y he empezado a notar un fenómeno más impactante que el Fenómeno del Niño en las calles aguachiquenses.  La mejor forma de saber si el agua ha llegado o no, es salir a las calles y ver los ríos de agua que corren tras la llegada de este bien escaso que todos añoramos; pues parece ser que en el 80% de las construcciones de la ciudad han olvidado poner la boya al tanque del agua para evitar que este preciado líquido se riegue por los techos, las aceras y las calles.

La ciudad parece inmutable, nadie llama a un noticiero para que refleje la indignación que esta situación puede causar, nadie graba un video y hace la denuncia en las redes sociales, ninguna autoridad política o policial le causa inquietud los repentinos ríos que nacen en las calles.  

Pensé en hacer una campaña para la compra masiva de boyas para tanques por el medio ambiente y el agua en Aguachica –tendría un eslogan pegadizo con el nombre –; pero me decidí a escribir esta nota y descargar la tristeza que me genera los raros fenómenos que acompañan al Fenómeno del Niño.

* Vecina de Aguachica.  
  Politóloga y Magíster en Ordenación del Territorio.

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